martes, 7 de septiembre de 2010

ETHEL GILMOUR: TERNURA Y TERROR

No conocía el talento de Ethel Gilmour hasta que por casualidad me pusieron frente a su obra en una clase de la universidad… Cuando íbamos de camino al Museo de Arte Moderno de Medellín en la clase Arte y Ciudad, no tenía tantas expectativas, pero lo que no me imaginé era que me iba a encontrar con una obra tan cautivadora y de tantos contrastes.


Mi primera gran sorpresa fue descubrir que al Museo de Arte Moderno le invirtieron tiempo y dinero, y gracias al esfuerzo de varias personas que les interesa el arte, lograron una construcción antigua que conserva una fachada malgastada, pero que tiene identidad propia y que llama a los ciudadanos a que lo conozcan.


Pero la sorpresa fue más grande cuando entré a la exposición de Ethel Gilmour, un nombre que dice poco, pero que habla por sí solo cuando se admiran sus obras. La primera impresión cuando entré a la Sala fue que mis ojos se llenaban de colores y que entraba a la habitación de una niña pequeña, bastante consentida y tierna. Solo bastó con los colores para sentirme atraída por su obra. Son tan llamativos que nadie podría pasar de largo una obra tan especial.


A primera vista se te llena la cabeza de íconos de nuestra cultura: carpetas de croché, vírgenes, flores sembradas en tarros de galletas, guayacanes, y flores. Esto es lo que una persona ve si pasa por su obra rápidamente, sin detenerse a mirar qué es lo que realmente quiere decir ella. Pero sí alguien curioso se detiene, observa que Ethel no fue la niña inocente y tierna que vivía en un mundo de colores y alegrías. Por el contrario, se encontraría con que Gilmour vivió en un mundo de contradicciones, en el que siempre alumbraba el sol, pero había algo bajo el cielo azul que la atormentaba.


A pesar de no ser colombiana de nacimiento, Ethel Gilmore se involucró de tal forma con la realidad de nuestro país que basó su obra en lo contradictorio de la situación que vivimos. Somos un país con gran biodiversidad, con una naturaleza única y hermosa, con una cultura pintoresca y personajes únicos. Pero vivimos en medio de una guerra que no cesa, a la que ya estamos acostumbrados por que hace parte de nuestra vida corriente. Pero a una persona que es ajena a esta realidad, le llama la atención la crueldad en la que creció nuestro pueblo, que está inmerso en una simbología y en un paisaje que para ella es único.


En cuanto al género de arte, por los colores y ciertos íconos podríamos encasillar a Gilmour en lo que conocemos como arte pop. También, por el uso de símbolos propios de la cultura colombiana, muy propios de los pueblos, y muy tradicionales, podríamos hablar de arte kitsch. Sin embargo, pienso que su arte es único y expresa una mezcla de sentimientos que involucran la felicidad de vivir en un país tan bello como Colombia, con las preocupaciones de la guerra y los pormenores de su vida personal.